Comienza la velocidad

Con una sonrisa siempre en su rostro de muñeca, una carita de porcelana que oculta nostalgia, miedo, nerviosismo, que oculta el dolor de una vida. Un corazón enorme encerrado en su pecho no le permite que los demás sufran por su enfermedad, ella intenta ser lo más valiente que le permite su coraza. Se esconde tras una máscara de felicidad, risueña, intenta vivir bien el tiempo que sabe que le queda.
Y un día como el de hoy sabe que cerrará los ojos en una tarde donde cantan los pájaros y bailan entre los campos las carcajadas de los niños mientras juegan. Ella dormirá como un ángel recién caído del cielo, rostro sereno donde pueda verse la paz.
Entonces nos dejará, se encaminará hacia el cielo para brillar como una chispa en medio del firmamento, no una cualquiera, una de las más bellas. Se sentará en regazos de la estrella polar para cuidarnos desde lo lejos y nuestro dolor calmar.
El pensamiento de su tacto no deja de invadir mi mente, como el tacto de sus manos intentaba rozar por un momento mis mejillas que se tornaron en color amapola bajo un sol en la Toscana.
Pero al mirar la laguna del cielo y distinguirla entre todas me reconforta notar su calor junto a mi alma.
Todo un mal sueño, que más quisiera, pero reinado por una carita de ángel que sosegada dormirá. Encontrar en su puño cerrado un primer verso que yo continuaría años atrás:

Sé que estaré lejos de ti, en alguna estrella alumbrando con mi calor…